DANA, BULOS Y FANGO

Rafael Narbona (Escriptor i crític literari)


    El barro que ha anegado varios pueblos de Valencia desató enseguida una avalancha de fango político. Los bulos corrieron por las redes sociales, incrementando el sufrimiento de los afectados y alimentando la crispación social. Se dijo que había cientos de personas ahogadas en el parking de Bonaire, que la Cruz Roja había abandonado a su suerte a los damnificados, que la demolición de los pantanos construidos durante el franquismo había propiciado la catástrofe, que los inmigrantes magrebíes ocupaban viviendas y cometían hurtos. Los conflictos de competencias entre el gobierno de Madrid y la Generalitat Valenciana se explotaron para cuestionar a las instituciones y fomentar un estallido de rabia popular que alcanzó su punto más dramático durante la visita de las autoridades a Paiporta. Hace un tiempo, Elon Musk proclamó: “Ahora vosotros sois los medios”. Se refería a que los ciudadanos habían adquirido voz y relevancia por medio de las redes sociales. Sin embargo, la democratización de la opinión, un fenómeno que inicialmente despertó ilusión y simpatía, se ha convertido en el Caballo de Troya de las teorías de conspiración y las manipulaciones más obscenas.

Lo que ha sucedido con la dana pone de manifiesto que las redes sociales no son un instrumento democrático. La manipulación viene desde arriba. Los políticos y los grandes magnates utilizan los nuevos canales digitales para defender sus intereses. A veces, de forma abierta. Sin pudor y con absoluto desprecio por la verdad. En otras ocasiones, de manera indirecta, promoviendo la circulación masiva de bulos. Steve Bannon, jefe de estrategia de la Casablanca durante el primer mandato de Donald Trump, declaró abiertamente que la mejor forma de contrarrestar a los medios tradicionales era “inundar el terreno de mierda”. Desgraciadamente, los medios tradicionales también vomitan fango. Alineados con partidos y grandes empresas, hace mucho que perdieron su credibilidad. Aunque son más cuidadosos con la información, su compromiso con políticos y corporaciones se refleja en su tendencia a sesgar, ocultar o invisibilizar. La pasión por la verdad es una rareza cada vez más escasa. Todos perdemos con la desinformación y el partidismo. Una imagen distorsionada de la realidad solo propicia la indefensión y la vulnerabilidad.

 

    Los bulos triunfan porque apelan a las emociones. La razón exige reflexionar y contrastar. Las emociones pueden prescindir de esos pasos. Se manifiestan espontáneamente y hallan eco de inmediato. Es la voz de la tribu, convocando a la lucha contra el enemigo exterior o interior. Los totalitarismos se alimentaron de esa voz y ya sabemos cuál fue su cosecha. El triunfo de Trump evidencia que la sociedad está asustada. Prefiere la seguridad a la libertad. Está dispuesta a perder derechos, a cambio de fortificar su zona de confort. Es una fantasía poco realista. En varios pueblos de Valencia, el barro penetró en los salones y ahogó a los vecinos. El fango moral está haciendo algo parecido. Quizás no mata el cuerpo, pero sí el espíritu y ya está en los hogares, causando estragos. Es la hora de poner freno a esa catástrofe y volver a respirar. Y eso solo es posible buscando la verdad y resistiendo al asalto de esos brujos que ya no utilizan pócimas, sino mensajes virales cargados de veneno.

 

RAFAEL NARBONA